El Hanal Pixan
La cultura mexicana es una hermosa mezcla de tradiciones europeas y costumbres indígenas prehispánicas entrelazadas entre sí a través de los años. Una de las tradiciones más hermosas que nos recuerdan la diversidad que tenemos en nuestro país es exactamente el festejo a los fieles difuntos.
En las fechas del 31 de octubre al 2 de noviembre se festeja en todo el país esta celebración en la cuál aquellos que nos han dejado visitan a los que seguimos presentes para gozar de las ofrendas ofrecidas en su nombre por aquellas personas cercanas al difunto.
Gracias a la gran variedad cultural que tenemos en nuestro país, las festividades de Día de Muertos se hace que la tierra mexicana se vista con colores y sabores diferentes y dignos de cada región. Una de las más reconocidas es la celebración del Hanal Pixán en la región sureste de nuestra tierra, el estado de Yucatán.
Como muchas tradiciones en México, la celebración a los muertos representa una fuerte influencia española en cuanto al recuerdo de aquellas personas que pasaron a mejor vida se refiere. Por otro lado se tiene muy presente el legado prehispánico de los mayas, sin embargo dentro de los rituales de los antiguos habitantes de la península no existía una tradición de recordar a los familiares una vez que hubiesen partido. En realidad en el culto a la muerte de los mayas, no se contemplaba el recuerdo hacia los que ya no caminan por la vida, sin embargo como en muchas culturas, existía la fuerte creencia de un mundo ajeno al nuestro, una vida después de la muerte.
Entonces en el siglo XVII fue establecido en América el culto católico para conmemorar a todos los santos y mártires conocidos y desconocidos. Esta tradición, que posiblemente tiene sus fundamentos en un intento por sustituir una fiesta pagana desconocida, coincide en el Nuevo Mundo con la época de descanso entre la cosecha y la nueva siembra, la temporada de muerte de la naturaleza, el otoño.
A pesar del intento del evangelizador español por sustraer las costumbres de los indígenas, muchas de ellas quedaron fundidas dentro del rito europeo de los visitantes, gracias a la fascinación prehispánica hacia el final de la existencia propia, los mayas terminaron por abrazar con fervor el ritual extranjero de de honrar a los finados y así aumentar sus tradiciones. Muestra de ello es la presencia de las ofrendas en el culto actual a la bella pelona.
Las ofrendas con la comida y utensilios favoritos de la persona enterrada es una costumbre enteramente perteneciente a la cultura prehispánica de los mayas. Aunque no aceptadas en un principio, fueron finalmente permitidas en la liturgia católica una vez limpiadas de “paganismos”.
En la actualidad se mantienen las viejas costumbres del Hanal Pixán principalmente en las poblaciones más pequeñas y más alejadas de las ciudades. Una costumbre para las personas moribundas en las que la agonía se prolongaba demasiado, causada por la enorme cantidad de pecados cometidos, es que un miembro de la familia azote a la persona con una manta enrollada aligerando la carga de pecados y ayudándole a pasar a mejor vida.
También se suele alejar del entorno del difunto las semillas de maíz, frijol, chile u otros cultivos, para evitar que se esterilicen y no puedan sembrarse, ya que la proximidad del cadáver propicia la muerte en el corazón de estos granos. Lo mismo, se dice, ocurre con los aparatos mecánicos de uso doméstico.
De la misma forma existe la costumbre de lavar el cuerpo del difunto con el fin de limpiarlo de sus pecados, el k’ebán o boquebán, en el que acto seguido todos los familiares del deudor participarán en la limpieza de los pecados que se han quedado en el agua del baño, la cual servirá para hacer un atole o caldo de gallina, que los asistentes al velorio consumirán para ayudar al viajero a purgar sus culpas que repartidas entre todos le facilitarán el camino a la gloria.
Luego, se procede a la tradicional velación del cuerpo, para asegurar que en realidad haya cerrado sus ojitos y no sea enterrado vivo, por error. Esta tradición diferencia entre adultos y niños. El velorio de los primeros es una fiesta de despedida donde durante la noche los deudos se reúnen a tomar chocolate y pan dulce, pues los pecados del infante serían mínimos. En el caso de los adultos, no se bebe chocolate sino café entre rosario y rosario, que es rezado para librar al difunto del pecado.
El entierro y el velorio también – como en muchas culturas – es una condición de prestigio, y no es raro encontrar personas de escasos recursos que contraigan deudas a raíz de la despedida de algún pariente cercano.
Las almas de todos estos difuntos regresan a visitar a los vivos la noche del 31 de octubre, y aunque se acostumbre a celebrar misa de aniversario en la fecha de la transición a mejor vida, solo el Día de Muertos es cuando los vivos preparan ofrendas y altares. Ya finalizados los festejos, los huéspedes, ya satisfechos, nos dejan con la promesa de regresar el siguiente año.
30.11.05
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